sábado, 1 de enero de 2000

ley de polaridad

Lunes 17-08-2015
22:37 Horas.

LEY DE POLARIDAD


Hay dos caminos, el de la aceptación y el de la negación. En algunas enseñanzas se los denomina el camino del niño divino, y el camino del héroe. 

Originalmente son uno. Y cualquier justificación de uno u otro vendría a desembocar en si la iluminación es súbita o paulatina. Tal vez, que yo de estos temas no entiendo.

He visto cosas. Pero viendo esas cosas, he navegado a la deriva, mecido por fuerzas que me llevaban a su antojo. Y no me han hecho mejor persona, tan solo me han traído aquí, si acaso. Diría que más vale tarde que nunca si es que he de llegar a algún sitio, que sea a mantenerme, en un recorrido ya de por sí tortuoso. 

Ver cosas, je, je. Eso no hace mejor a nadie. Aunque no puedo negar que tienen su atractivo.

La ley de polaridad se mueve con precisión. Proponiendo el “Hay que trabajar”, de CN. Con su “esfuerzo más allá del esfuerzo”. Son enseñanzas seductoras, pero “no para cualquiera”, como diría el lobo estepario.

Es revelador que al otro lado de la balanza me viene muy bien situar al niño divino. El ¡No hacer nada! que tanto me resonó en su día. Si bien en mí, parecía que era una llamada a la acción. Un tipo de acción muy peculiar en donde lo que se hacía, se hacía “sin hacer”, como atestiguando más que realizando.

Después de todo este tiempo llego a la situación de que me sienta muy bien aceptar la idea de el niño divino. Aceptar, cultivar el agradecimiento y mantenerme en mi vida con ese pequeño logro, de vivir sin grandes ...sueños. Sueños que nunca se realizaban.

Los sueños que no se realizan suelen terminar en ver cosas donde no las hay, y siendo llevado por esas vivencias. Tal vez esperando que una visión “aclare” lo que de por sí no se sabe, que es cuál es el propio camino.

Así que es aquí cuando se torna fácil pensar que cultivar el agradecimiento, dejar de luchar contra gigantes; que no, ¡que son molinos! 

Tal vez estoy perdiendo el hilo de lo que quiero decir. He llegado a una edad en que descubro lo importante que es llevar un calzado cómodo. El calzado cómodo es ese que no se nota. 

Sí, descubro que en mi interior, en mi núcleo más interno. No hay grandes ambiciones. Si me comparo con el español medio me conformo con salir adelante. Y tal vez, solamente tal vez, me gustaría meditar. 

Aprender a meditar. Pero esta vez sin que se desaten esas fuerzas que se escapan. Escapan porque no estoy dividido, en ese aspecto. Aunque yo tengo mis dudas al respecto. Porque no he tenido un brote solo.

        Pero de los dos extremos de la polaridad elegiría... después de darme de ostias contra los molinos (sin lograr absolutamente nada), el modesto papel de Sancho. Que agradece el papel que se le otorga, contento, y sin grandes preguntas filosóficas, la realidad de lo que hay.

            Casi es doloroso saber que después de creer poseer tantas ínfulas, de ser un guerrero de la luz, caigo en la cuenta que mi lámpara mermada de aceite, no tiene combustible más que para alumbrar el próximo paso.

              Ciertamente reconocer que en realidad no hay nada, nada digno de mención, por lo que luchar, este vacío sea mi realidad más sincera. No tengo grandes ambiciones. Y eso me lo ha enseñado la experiencia, no ningún tipo de revelación. Por el simple método de ensayo y error.

            No deseo grandes cosas.