Alicia Gonzálvez. La via del movimiento.




          La vía del movimiento con Alicia Gonzálvez partía de una formación en terapia de movimiento, expresión y estudio de sí. La finalidad era claramente la salud, que pasaba por un adiestramiento o formación co-dependiente. Para encontrar la salud en esos términos es conveniente la guía que podía proporcionar Alicia.
      
          Creo que esa terapia que seguí con ella se definía por la abundancia. Con la decisión por parte de Alicia de proporcionar mi enriquecimiento a través de nuestras conversaciones. Durante años trabajé con ella de forma provechosa, útil y me demostró su amistad en numerosas ocasiones, siempre trabajando.
      
          Al principio en terapia individual y posteriormente en grupo; alternando ambas cosas de forma ocasional y retomándolo conforme a mis necesidades personales y económicas. En lo económico me ayudó en varias ocasiones y en el trabajo individual llegábamos a acuerdos importantes, que me centraron mucho.
   
          Considero que Alicia es "mi psicóloga" y la primera persona con la que he trabajado formando un importante duo, durante muchos años. Tal vez menos de los que hubiese deseado, aunque mis circunstancias cambiaron.

          Trabajé años con Alicia y lo que más valoro de esos años fue la terapia individual. Allí sentí que ella me podía llevar a acuerdos en los que yo comprendía cosas de mí mismo, sin imponérmelas ella, sino conduciéndome a la comprensión mediante nuestros diálogos.

          La conveniencia de la terapia
      
          Este tipo de terapia es muy recomendable para cualquier persona que quiera dedicarse a la terapia de forma profesional. Diría que es casi imprescindible. Aunque tengo la opinión personal de que a un mismo sitio se puede llegar por distintas vías; es necesario en cualquier aprendizaje la guía y acompañamiento de alguien experto en lo que se quiere aprender.
      
          Para otras personas sin embargo, que lleguen a la terapia, simplemente para mejorar su calidad de vida... Sin el objetivo de dedicar su vida profesional a la terapia o temas afines, necesariamente tienen que plantearse en algún momento el final de la terapia. En ese aspecto terapias como esta se puede prolongar indefinidamente, sin tener una finalidad clara de porqué se acude a la consulta.
      
          En cierto modo eso me pasó a mí, aunque sucedió todo de modo forzado, sin plantearmelo yo claramente. Me separé, nos distanciamos Alicia y yo. Hubo circunstancias por las que no podíamos hablar, económicas también, y yo tenía unas necesidades que no podía verbalizar.  

          Alicia estaba muy lejos de saber mis circunstancias. Realmente creo que separarnos y estar yo a solas, sin ayuda, después de todo lo que trabajé con ella... me ha venido bien.

          Yo y mis circunstancias
      
          Cuando hablo de mis circunstancias, hablo tanto de cosas de mi vida externa, que podía compartir con Alicia y vivir en el grupo... pero hablo también de condicionantes internos, que yo no podía verbalizar; de los que no tuve consciencia hasta que estuve sólo y la distancia y el tiempo me los fueron aclarando.
      
          De eso que yo llevaba en mi interior yo entonces no sabía nada. Puedo quejarme de que Alicia tampoco pensó que a mí me pasase nada. Siento que Alicia siempre me trató como una persona sana. Ella iba muy por delante de mí, porque yo estaba muy lejos de sentirme sano. Y eso yo no lo podía expresar, ni ella me preguntó.
      
          De hecho me consta que Alicia en un punto de nuestra relación decidió, me lo dijo expresamente aunque no con esas palabras, adoptar conmigo una terapia que yo llamo del tipo "modo conversación". Yo para mí mismo me decía que lo único que nos faltaba era servirnos unas tacitas de té con pastas... yo me impacientaba con ese "modo conversación" que adoptó Alicia en los últimos tiempos en que asistí a individual con ella.
      
          Sin embargo ahora puedo pensar que ese estilo de tarapia era adecuado para mí. Ese modo de terapia de buen rollo, de estar sano, al final de nuestra relación, es algo que podía haberme hecho mucho bien. Sin embargo mi opinión sincera es que ese estilo fue prematuro.
      
          Un estilo de terapia así, en la que la conversación es muy enriquecedora pero se desenvuelve "como en un entorno de amistad" con alguien que sabe más que yo, claro. Pero dejando fuera la enfermedad... Pienso que fue prematura.
      
          ¿Era adecuada la terapia de Alicia en mi caso? ¿Siempre? ¿A veces?

          Aunque Alicia me expresó claramente que había elegido aquello, nos dejó a cada uno partiendo de supuestos distintos, porque yo todavía me sentía enfermo. Yo todavía necesitaba llorar por la pérdida de la salud.
      
          Y hay un supuesto, enfermizo, que ella no supo valorar y que conservo todavía a día de hoy. Que aunque lo he revisado, hay ramificaciones que no logro desentrañar... ahora estoy sólo. No puedo llegar a acuerdos con Alicia. Y en modo conversación no lo podía expresar.
      
          Como tampoco puedo expresarlos en estos momentos con claridad, o tal vez sí. Puedo identificar lo que me sucede. Uno de los temas es la pareja, y el otro es el trabajo. Cosas que yo desde muy temprano en mi vida he relacionado íntimamente, ya que yo no valía para nada en mi niñez.

          Esperaba ser un día un gran trabajador para ser entonces querido. No por mí mismo, sino por ser una caña de tío, una persona inteligente y productiva.  Tal vez esto deba desarrollarlo en otro texto ...o tal vez se deje entrever en el conjunto de lo que escribo...

           En cuanto al trabajo puedo decir que nunca en la vida he hecho un esfuerzo consciente e incondicional por nada. Creo que he hecho muy pocas cosas sabiendo lo que quería para mí mismo, o para alguien que me importara. Creo que tengo dificultad con lo incondicional.  En mi infancia no podía vivir desde lo incondicional, si toda mi relación con los demás estaba teñida del sentirme vulnerable y encorsetado.

          Lo incondicional

          Lo incondicional es algo que tienen en común tanto el amor como el trabajo. Está claro que eso en la práctica de la mayoría de personas no tiene porqué ser así. La mayor parte de personas tiene motivos y condicionantes que les llevan a trabajar y a amar.

          Pero yo desde niño creo no haber sentido esa entrega hacia algo, o alguien. Hecha sin mayor motivo que la entrega incondicional a algo. Creo que la mayor tendencia en mi vida ha sido hacia la evasión, debido a sensaciones propias que hacían que mi vida me resultase continuamente frustrante.

          No he trabajado, no he amado. No he hecho nunca grandes esfuerzos por nada ni nadie. Es decir, sí que soy un hombre esforzado, pero el ser esforzado no me ha llevado a pulir aspectos de mí mismo ni a equipararme a los demás. Siempre me he visto desde abajo, desde la conciencia de pobreza.
       
          Más bien los esfuerzos, muy grandes por mi parte, han sido de preservación de una imagen, de un estatus. Sobre todo delante de mis padres y sus exigencias (mi madre) y expectativas (mi padre). He vivido oculto la mitad de mi vida y la otra la he fingido para ser aceptado. Hablo de los primeros veinte años de mi vida. Los años más importantes.
      
          Así que con los pilares básicos del amor y el trabajo débiles... que yo unificaría en algo que me gusta llamar "lo incondicional", poco puedo hacer, salvo seguir trabajando por mi cuenta. Todo esto no lo he aprendido hasta que no he dejado a Alicia.  

          Con Alicia, a cambio de llegar a la siguiente semana y mantenerme; como ya digo, semana a semana. He perdido la experiencia de encontrarme conmigo mismo, por mis propios medios. No sé decir si esto es mejor o peor.

          Y llegó el tiempo de la separación

          Y cuando me llegó la hora de estar sólo... ha sido inevitable reconocer que mis cimientos precisan un buen trabajo de base. Durante muchos años, cuando acabava de trabajar y llegaba el fin de semana... yo caía redondo en la cama. Perdido en un vacío perpétuo, que yo daba como normal, por mi esquizofrenia. Y Alicia nunca lo abordó en su terapia. Esa zona la ignoró completamente.
       
          Me siento mal con Alicia porque me parece que mientras yo asistiera a su terapia cada semana, lo que me fuera que me sucediese, acabaría por sanar. Pero no es así. La asistencia no implica necesariamete trabajo. Y el trabajo hecho con ella, muy grande, provechoso, no implica que yo pudiese valerme por mí mismo una vez que no estuve con ella.
       
          Tal vez yo necesitase más de lo mismo. Pero al final creo que separarnos fue lo mejor, aunque yo no decidí conscientemente, sino llevado por las circunstancias. Como lo he hecho todo durante mi vida. Me vino bien porque estar sólo hizo patente mis carencias, y eso me ha forzado a plantearme qué quiero yo.

          Estar veinte años, enfermo, en distintas terapias, ¿me hacen optar a dedicarme a la formación? 

          Ni de lejos estoy preparado para estudiar, ni para formarme en terapia. Acuerdos a los que había llegado con Alicia. Tengo que estar sólo para saber en qué condiciones estoy y tal vez saber qué quiero. Y puede que tal vez no lo sepa nunca claramente, como algo definido en mi mente.
      
          Pero está muy lejos de ser "la terapia" como trabajo profesional al que dedicarme, hacia el que todavía estoy muy lejos de acceder. Para sanar a otros antes uno mismo tiene qe haber pasado por la piedra de amolar. Uno mismo tiene que haber sanado. Alicia tuvo el error de considerarme sano, error entonces. Y me propuso la terapia como futuro.
       
          El hecho es que desde que me enfermé no conocí otra cosa que terapia. Estaba rodeado de terapia. Tal vez la terapia era una muleta para hacer las cosas, más que una opción personal para mi futuro inmediato. Puesto que "hacer las cosas" me resulta tremendamente problemático.
       
          Ni de coña estoy para la formación, no siento la inclinación en estos momentos. Sí que tengo mucho trabajo personal por delante. Pero mi corazón está cerrado a ayudar a los demás en un terreno formal. Valores como la bondad o la nobleza se los llevó la enfermedad. Encontrar a los otros, en una normalidad, eso sí debería ser.

          Actualmente lo que necesito es trabajar, tanto externamente como internamente, pero no se me ocurre plantearme ayudar a otros; no en terapia. Tengo ganas de ser capaz de poder plantearme objetivos y poder cumplirlos. Cosa de la que sigo siendo incapaz en gran medida. Ahora mismo lo que estoy haciendo es vagabundear, a ver a dónde voy.
      
          Y no sé lo que surgirá. Pienso que lo que va a salir de mi vida no tiene nada relevante. No como pensaba que sería en otros tiempos. No como en tiempos de Alicia. Lo único que puedo decir acerca de mi trayectoria ahora mismo, es que no me siento cualificado para nada. Tal vez mi creatividad esté dispersa. Creo que mis propios escritos no los considero de buena calidad.
       
          ...Lo único sólido que hay ahora en mi universo es el deslizarse de los dedos sobre el teclado. Como un recuerdo compartido con el niño que fui un día, en la oficina de mi padre, con su máquina Olivetti.

          Yo cuando escribo, no sé siempre qué va a salir
      
          Pero me he perdido en el texto. Tengo que hablar de la relación con Alicia, mi psicóloga. Creo que para evitar divagar más he de ceñirme al texto que escibí hace ya algún que otro mes. Quisiera incluir ese texto en todos estos pensamientos.

           Volvamos a Alicia Gonzálvez Campos. El texto...
      
          Estoy de acuerdo en que la forma que eligió Alicia para tratarme era buena. Pero en una ocasión estuvo explicandome con detalle y profundidad, a lo largo de toda una hora, que "para elevarse, había que cavar hacia abajo". Sin embargo, en sesiones posteriores ¡la terapia se convirtió en conversaciones muy enriquecedoras entre ambos!

           "Pico y pala" había dicho. Pero cuando yo tenía la necesidad de contar mis historias, me veía bloqueado por un tono de conversación distendido aunque rico. Pero allí no tenían cabida las cosas que yo quería hablar. Me vi obligado a presentar lo mío, de forma escrita, a modo de "trabajos personales". 

          De esa manera Alicia aceptó escuchar lo que yo había escrito. Aunque pienso que tal vez yo le hubiese hablado de las mismas cosas y en un tono similar, si ella ofreciera un tipo de terapia diferente.
      
          Durante años trabajé con ella de forma provechosa, útil, y me demostró su amistad en numerosas ocasiones, siempre trabajando. Sin embargo creo que en la última etapa ella eligió la terapia en "modo conversación", y creo que esto fue prematuro. Seguramente no tuvo en cuenta la trascendencia que tuvo paramí el último cambio de medicación.
      
          Ese cambio de medicación del Zyprexa al Zeldox fue extenuante en el proceso de adaptación y estabilización.  El simple estabilizarse tardó más de un mes al borde de lo imposible.

          Pero lo duro fue el despertar que conllevó a nivel de percibir emociones, que para mí eran desconocidas hasta ese momento. En poco tiempo tuve que mirar mis relaciones con otros ojos.

          Y un dolor de pecho me acompañó durante mucho tiempo. El dolor de pecho remitió considerablemente al relacionarlo, en un momento dado, con la glándula timo y el sentimiento de culpa. ¿No se habla en muchas terapias de autoayuda de la necesidad de perdonar? ¿De perdonar qué? Fue entonces que me hice esas preguntas que supe que mi pecho tenía una carga que hablaba de culpa; y remitió el dolor.
       
          El cambio de medicación me obligó a parar de asistir al grupo de Alicia por un año. Aunque creo que posteriormente Alicia no manifestó lo que significó para mí, ni en individual ni en grupo.

          Lo cierto es que mi psiquiatra tampoco. Aunque supongo que fui yo quien no supo expresar la importancia que representó para mí. Si por mí fuera habría olvidado todo lo hablado con Alicia durante años, y hubiese empezado de nuevo.

          Con mi psiquiatra todavía me gustaría recordarle lo que me hizo pasar...

          El trabajar de los acuerdos diarios, sin tocar el núcleo de los problemas.

           Por otro lado, en el día a día del trabajo con Alicia, tratamos casos particulares de mi relación con mujeres. Pero ese trabajo fue hecho tratando cada caso de forma particular; con el supuesto de que mi dificultad con las mujeres provenía de mi inexperiencia. Sin embargo, mi dificultad provenía de algo distinto.
      
          Y es que desde muy temprano en la infancia "sabía" por experiencia propia, que no podía tener amigos y amigas. Y en mi adolescencia se asentó con un profundo sufrimiento, la firme creencia de que yo nunca tendría pareja.
      
          Así que en el momento de hablar con Alicia ambos partíamos de esos supuestos diferentes. Por mi parte era como darme de cabeza contra un muro, porque en algún lugar de mi interior persistía la creencia del no puedo. Mientras Alicia partía del supuesto de la inexperiencia y del "no sabe, y hablando de ello se soluciona". Pero no se solucionó y en el proceso perdí a una valiosa amiga, que aún hoy me importa.
      
          Ya no es lo mismo, claro. Pero ahora puedo recordar a esta amiga como una mujer guapa, siendo guapa igualmente en su interior. Margarita ha sido una mujer muy importante para mí, y ahora lo que me llega de ella es el buen recuerdo (no el dolor).  

          Pienso que lo que me sucedió es que si en mi interior me negaba la posibilidad de tener pareja, en el exterior no podía ofrecer una amistad a una mujer a la que quise mucho.
          A día de hoy

          A día de hoy acepto que puede darse el que yo tenga pareja; aunque lo considero improbable. En cualquier caso hay algo en mi interior que me sigue diciendo que lo evite, aunque lo necesito como cualquiera.

          Sigo insatisfecho conmigo mismo y no me doy el visto bueno. Lo único que sé es que evito la situación y cuando se da, actúo todavía con el dolor de siempre. Esa decisión de mi adolescencia, decretada por lo arduo de mis circunstancias de entonces. Eso vale para situaciones relativas a la pareja como para tantas otras.
      
          Agradezco desde aquí el trabajo y la amistad que compartí con Alicia. Aunque nuestros caminos divergieran. Cuando nos separamos estábamos muy lejos el uno del otro. Debido a cosas muy básicas, que para mí eran axiomas.
      
          En realidad echo de menos haber hablado menos de Margarita (por mucho que tocase hablar de ella entonces), y hablar más de creencias propias, que siguen estando ahí todavía hoy en día.
      
          El trabajo "de cavar hacia abajo" me parece que ha de ser de todos los días. 
          El saber vivir sólo, sin caer en el abismo de la cama, cuando termina el trabajo y el fin de semana tan solo ofrece el vacío. 
          Hacer un trabajo remunerado, sin estar ya más de cuatro años acelerado, tenso, con un conflicto interno que me hace ir deprisa... como si todo lo que hiciera debiera requerir tanta fuerza. 
          El revisar el acuerdo hecho a los 15 ó 16 años, y darme permiso para tener pareja. 
          Trabajar con un propósito, mantenido en el tiempo, confiando en que mi decisión es la adecuada para mí; aun aceptando que si no me equivoco no sabré cuál es la opción correcta. 
          Persistir en lo que quiero. Aunque no hay un libro o dios que me diga qué hacer, tan solo puedo ir probando y mantener mi decisión.
      
          Para todo eso queda mucho trabajo por delante.

          Pero no es un trabajo de ir todas las semanas a que alguien enriquezca mi vida en una conversación.
      
          Echo de menos que Alicia hablase de esos puntos oscuros, o que me ayudase a que yo los sacara en la conversación.
       
          Cavar hacia abajo, para elevarse. No puedo culparla, puesto que esa terapia siempre fue cosa de dos. Es tan solo que yo tenía algo dentro y ella no tenía un espacio en el que hablarlo.
      
          Con Alicia se me queda un regusto amargo en la boca; después de tanto pasado, las circunstancias nos separaron, sin haber tenido un espacio para sacar mis puntos negros en ese tipo de terapia.

          En cualquier caso he de decir que Alicia tiene en sí un trabajo hecho tremendo, que sigue haciendolo todavía. Eso habla en su favor. Aunque sus respuestas no tengan que ser las mías.

          Y que, por ejemplo, la idea de escribir este blog partió de ella. Aunque me resistí mucho a la idea, resulta que es acertado tener un espacio como éste como modo de expresión. Alicia ha tenido grandes aciertos en acuerdos a los que llegamos.

          Supongo que parte del dolor de la separación se puede resolver si ella accede a este blog, ya que fue una idea certera suya; aunque no creo que coincidamos en los mismos puntos de vista. Pero queda el reconocimiento.