el cabello de mi madre

Negro, liso, moreno...


Mi historia comenzó con miedo, ansiedad, no poder y querer mirando y no pidiendo. Ansiedades, soledad y masturbares. Un masturbar de niño sin amigos, que se evade. 

Toda la vida fue lo mismo... un evadirse, una soledad, un miedo a salir a la calle. Un perpetuar la soledad por no saber admitir que no estaba bien, y mis padres; exigían lo mejor... ¿cómo yo iba a quejarme? Ni siquiera yo sabía qué me pasaba. Más masturbares. Fantasía de ser mejor en un futuro, (Cuando ya no tenga miedo... Cuando ya sea mayor... entonces.). 

Mi vida era un caos. No recuerdo gran cosa, detalles, fragilidades. Miedos. Evasiones, un mirar y no decir, no admitir que pasa algo. Aunque no se sabe qué. Tan solo un día más. 

Casi, casi, mis primeros recuerdos conscientes, vienen de cuando fui hombre. Y eso ha sido, el otro día, aunque haya sido hace veinte años de mis cuarenta tacos. Cuando me atreví a pensar: “Puedo salir a la calle, sin miedo”. Me duró poco, el golpe fue duro porque llevaba una carga muy grande a las espaldas... la depresión hizo mella.

No recuerdo mucho de “antes”, tan solo recuerdo la fragilidad y las falsas ilusiones. Mi primer recuerdo consciente fue a punto de terminar de estudiar; tenía un amigo, uno de esos que habla mucho, simpático, enrollado, Leo. Me presentó a una chica, que vivía en el camino que iba de mi casa a la suya... y yo cada vez que pasaba por delante ...temblaba. Me olvidaba de caminar. Su pelo liso y moreno... nunca hice nada.

Yo despertaba, hice ejercicio, corría, hacía pesas, yoga. Me esforzaba. Porque pensaba que podía salir a la calle sin miedo. Por eso. Para poder relajarme y no estar tenso, meditaba. Y no duró. Me dio tiempo para que los profesores me ayudaran... aprobé. Con favores de los profesores. Porque yo ya no estaba para nada. La depresión hizo mella. Y mis sueños se fueron a la basura, para descubrirme el lado oscuro, ese que no quería que nadie viera. Empecé a ir al terapeuta.

Cosa de familia, volví a casa y aunque me podía la depresión, fui a estudiar. Aunque no podía estudiar, fui, me llevaron, yo como siempre no dije nada. El razonamiento de estudiar fue: “...Por hacer algo, por estar con otra gente.” 

Pero allí, entre esa otra gente... allí estaba, el cabello negro y liso; una mujer distinta, el mismo pelo.

Estaba muerto de depresión, deshecho. Los demás no me lo dijeron nunca, no sé si lo pensaban. Yo me limitaba a estar, pero empecé a jugar al futbito. A conocer a gente nueva, que más tarde, con el tiempo y la esquizofrenia, olvidaría. Pero de momento estaba con ellos, con depresión, sin palabras ...y con ella. La del pelo negro, liso, moreno. 

La veía de lejos, la observaba absorto. De cerca, sufría y me sobresaltaba, me removía las entrañas. No podía. No podía ni siquiera pensar en acercarme a esa chica, esa mujer, de ese pelo liso, largo, moreno... nunca hice nada.

De antes poco recuerdo, todo es muy confuso de mis recuerdos; pero desde que me enfermé, era inevitable, ahí estaba el pelo: El cabello negro, liso y moreno. Tanto me alteraba y tan enfermo de depresión estaba que cada vez que me cruzaba con alguien de semblanza parecida a este cabello, me sobresaltaba, era inevitable, lo amaba.

Ese año de depresión fue primero el cabello, antes que otra cosa, inconsciente, no podía evitar... creo yo que le estaba tirando los tejos por lo menos a tres mujeres, con el mismo cabello; simplemente porque me sobresaltaba. No lo podía evitar, sucedía muy a pesar mío, ...yo no podía hacer nada.

Pasaron los años, y la depresión pasó a ser esquizofrenia, las cosas tan solo suceden. Y siguieron los años, por una o por otra cada dos años me venía abajo y me enfermaba. Fueron años de cosas extrañas, raras, tremendas. Y mi atracción por ese cabello, negro liso, moreno... siempre me acompañó... como algo inevitable.

Con el tiempo y mucha ayuda, de incontables personas... fui sintiéndome cada vez mejor, hablé más con “los demás”, ya no estaba tan sólo. Y pudiendo hablar más de lo que solía, porque ya estaba suficientemente bien... fue cuando me pregunté: ¿Por qué? ¿Por qué tengo yo esta tendencia, esta debilidad mía? Porque todavía era muy especial este cabello largo, liso, negro. 

Llegó el momento de saberlo. Me paré sobre mis pies y me lo pregunté... ¿Por qué? ¿De dónde me viene? Me lo pregunté a mí mismo, y de mí mismo esperé la respuesta. Y me llegó, sí, envuelta en bruma de recuerdo, la imagen de una mujer que apenas distinguía. Y las palabras que acompañaban a la imagen, me dijo lo que era: “Es el pelo de mi madre, ...cuando era feliz.” Pero no lo entendí. 

Sabía que era así porque el mensaje era claro, veraz, venido justo de mi interior. Pero no lo entendía. “Mi madre nunca ha tenido el pelo negro”, “Lo ha tenido de muchas formas, pero nunca liso y moreno...”

Tuve que esperar un poco, no demasiado tiempo. Cuando vi un DVD, recopilatorio de las cintas de súper ocho de mi padre. Las imágenes de la familia, la familia numerosa. Tal vez al poco de nacer Miguel yo estaba por allí al fondo, como el niño que era. Y mi madre en la bata, con el pelo liso, muy negro, ...y feliz.

Me estremecí.