Éxtasis.



      Yo tan solo escribo:

Debía ser un martes de aquel tiempo que estuve en la universidad, paseando la libreta, después de que Claudio Naranjo me ayudase con la catatonia.

Sé que era martes porque lunes había terapia de grupo. Y ese lunes en concreto, uno de los compañeros tuvo esa tarde de terapia una movida conmigo. Parece que fue por su parte, que el hombre no estaría bien ese día. No creé ninguna situación para provocar a este compañero. Por lo menos no de forma activa...

El caso es que estar disgustado con alguien, era una situación que entonces era para mí un tabú. Tiempo después no. Ahora soy más consciente de que en mi interior hay una tensión que pugna por salir, pese a mí. Pero en aquel momento, tal vez por no querer verme con mis defectos, no me gustaba quedar mal con nadie ni expresar conflictos.

Esa discusión que me llegó el lunes por la tarde hizo que el martes por la mañana, al sentarme a meditar, invirtiese más tiempo del normal. En realidad invertí mucho tiempo. Tan solo en dos ocasiones en mi vida he meditado durante una hora y veinte minutos.

En la actualidad no creo que me vea en condiciones de meditar ni tan siquiera media hora. Nada que valga la pena llamarse meditación.

Pero aquella vez sí que medité ese tiempo. Hacía ya cierto tiempo que había visto a Claudio y meditaba a diario. Solía tener unas meditaciones que sentía muy profundas. Si bien debieron perjudicarme a largo plazo. Tengo la noción de que sentarse en postura sedente, durante un periodo, el que sea; no conviene sin seguir ningún método o la guía de alguien.

El caso es que la meditación fue por la mañana y por la tarde fui a la universidad con la intención de hacer algo. Aunque por alguna razón los temas que un par de años antes podría haber recordado tras una explicación, ahora no se me quedaban. No retenía conceptos. 

Habían sucedido muchas cosas en mi vida. Aunque mi situación inmediata era de bienestar, no hacia mucho yo había estado en un lejano pueblecito de Almería llamado Turre. En Babia. Aunque por la razón que sea no era nada que necesitase recordar y lo tenía como en un segundo plano. 

        Más centrado en dejarme ir viviendo. No tenía unas metas a ningún plazo, lo que me generaba cierta extrañeza; sin embargo creo que el pensamiento de fondo era que no tenía la noción de poder dirigir mi vida. Ni en esos momentos sentía apremio ninguno por tener ninguna dirección.

Recuerdo de estar frente al aulario, conversando con algunos compañeros de clase, que conocía de vista. Estábamos animados. No hacía falta tener ninguna razón para estar alegres y estábamos bromeando. Yo más bien, miraba.

Cada vez íbamos subiendo el tono distendido de la conversación. Empezamos a superarnos los unos a los otros a soltar ocurrencias; y yo, quise seguir en la línea de ese modo de cachondeo. Traté de soltar yo también alguna ocurrencia y seguir el cachondeo de los demás.

Pero tan solo lo traté, porque en cuanto quise hacer por unirme a ellos y seguir la corriente, mi sistema nervioso se vino abajo. Es un modo de decirlo. Yo no sé lo que me pasó... me dio un bajón muy fuerte. Todos ellos lo notaron, lo sintieron con claridad. Lo sé porque rápidamente el grupo se disolvió. Parecía que cada uno pensase a la vez el querer irse a algún otro lugar.

Yo me quedé a solas con mi bajón, y me fui caminando sin pensar hacia dónde iba. Por los pasillos de la universidad, en el aulario. Sumido en mí mismo. Sí, había tratado de divertirme con ellos... pero lo que yo más quería, en el fondo de mi ser, no era estar allí de buen humor, ni de cachondeo. Yo quería estar con la mujer que me gustaba. Eso me separó de ellos.

La mujer bellísima, de mirada levemente triste, que merced a tener un pelo largo, liso, moreno... Que era precioso ese pelo. Yo entonces estaba pilladísimo con aquello; aparte de contar con otros dones concedidos por la Madre Natura, que me tenían profundamente enamorado.

Así que yo no quería estar de buen humor y cachondeo. Yo quería estar con la mujer que amaba. Y el bajón que sentí...

Me sumergí en el recuerdo de esa mujer que amaba. Todo mi cuerpo sentía que quería estar con ella. Sentí una energía tremenda, ...sentía placer. No podía dejar de pensar, no podía dejar de sentir. Y lo que sentía subía en mí el nivel de placer, que se incrementaba; cada vez sentía más y más placer...

Yo me fui, se me fue la chapa. Me sentí embriagado de placer. No podía hacer más que sentir cotas más y más elevadas de placer. Yo no sé ya si pensaba en ella. Yo de lo único que tengo constancia es que sentí tales niveles de placer... que en un momento determinado, llegué a pensar que de tanto placer que sentía, de alguna forma se tornaría en dolor. 

Sin embargo no fue así, sino que seguí en esa escalada de placer, subiendo todavía más el nivel de lo que sentía. Me maravillé de poder seguir sintiendo todavía más y más aquello, que parecía no acabar nunca.

Llegué a la puerta principal del aulario y salí al exterior. Me centré lo que pude para dirigirme a algún sitio. Tampoco sabía dónde ir sintiéndome así. Comencé a andar hacia el centro social. Pensé que por el camino se me iría pasando. 

Lo que sentía era intenso, me llenaba, y sin embargo era un subidón que surgió de mí mismo. Era algo que generé yo mismo, mi cuerpo o mi mente se llenó de esos niveles de placer. Lo único que puedo relacionar es, recordar la ayuda energética que me dio Claudio, y la meditación intensiva que hice esa misma mañana. En esas circunstancias no creo que pensase ni me plantease gran cosa. Si he podido pensar en ello, ha sido con posterioridad.

Allí a lo lejos vi a un amigo que me llamaba. ¡Y yo que no podía evitar el encuentro! En aquellas condiciones dudaba de cómo se desarrollaría el encuentro con quien fuera. En cualquier caso pensé que era inevitable dirigirme hacia él, ya que me llamaba. Me encomendé al destino en aquella ocasión.

Mi compañero de curso, Toni. No es que lo conociese desde hacía mucho, pero era simpático. Cuando nos encontramos a la misma altura la conversación empezó entre nosotros. Pero tenía la dificultad.... ¡de que cada vez que le miraba...! ¡De mis ojos partía un punto, hacia él! ¡mandándole energía! 

        ¡Tal como Claudio hizo conmigo! ¡Pero completamente sin ningún tipo de control! Yo podía ver la cara de mi amigo, y el punto que surgía ...y él, ¡Toni, no podía sino apartar bruscamente la mirada! ¡Y volverme a mirar con cierta extrañeza!.

Bueno, me sentía incómodo. Yo no quería que sucediese aquello, que no tenía ningún motivo; más que el exceso que había protagonizado en mi propia piel hacía un rato. Dejé estar la conversación que Toni trataba de entablar y me volví, haciéndome el distraído, para no tener que mirarle. No recuerdo mucho más. Supongo que al dejar de mirarle, él se despediría.

Y yo pude llegar por fin a mi casa. No recuerdo autobús ni nada. Tan solo recuerdo el estar  en casa de mis padres, caminando por el pasillo. Pensando en la mujer aquella que amaba en mi imaginación. Sentía algo muy fuerte en todo el cuerpo. Y me subió una erección. No me había subido durante todo lo que me pasó, pero ahora al terminar el día... pensaba en ella. 

No se me bajaba. Intenté todo lo que pude, pero llegaba a ser doloroso sentir esa erección, y que no se resolviese de ningún modo. Al final me dí por vencido. Era relativamente tarde y me acosté a dormir. 

Cuando me levanté a la mañana siguiente ya se había pasado.
Sin comentarios. No tiene mucho sentido hablar de este accidente.