"El Nombre de Gabriel"



Los orígenes
          Sí, firmo con un pseudónimo. Yo en realidad no me llamo Gabriel, mi nombre es otro. Pero con este blog honro el Nombre del Arcángel Gabriel, pues de alguna manera mi nombre tenía muchas probabilidades de haber sido Gabriel; pero me quedé fuera.

           La historia parte de otro Ángel, San Rafael Arcángel. Y en realidad comienza hace mucho tiempo, en vida de mi abuela paterna, de las historias que vivió y que posteriormente se han contado en el entorno familiar.

           Se hablaba de la devoción a San Rafael, de la guerra, de persecución; de sellos postales con el icono de San Rafael, que traían noticias de familiares sanos y salvos; en tiempos en que los familiares desaparecían a menudo y las noticias escaseaban.

           Estas historias de mi abuela hablaban de devoción a San Rafael, de figuras del Ángel escondidas entre sacos de arpillera o tejidos vastos y ásperos. Historias que saben a abuela y a campo. Y así era en tiempos de mi abuela... tenía una devoción a San Rafael que se ha extendido en mi familia; dando lugar a tres generaciones de Rafael.

Mi familia


           Mi padre, mi hermano y mi sobrino. Pero yo he de hablar de mi situación. De mi situación en la familia. Y esto es en el seno de una familia numerosa de cinco hermanos... De los tres hermanos que nacimos chicos (...o machos, como diría un compañero de trabajo). 

          Tres chicos, cada uno diferente, pero seguidos. Con familia simétrica de sexos. Las hermanas en los extremos: La mayor y la pequeña. Y en medio los tres chicos: “els tres cabessots”.

          Es peculiar que naciésemos tres chicos seguidos si lo conjugamos con esta devoción a un Ángel. Tanto es así que mis hermanos se llaman Rafael y Miguel.

         De los tres Arcángeles, San Rafael, San Miguel y San Gabriel... ¿Dónde está Gabriel? Pues no está. Gabriel no está.

          Hay un Rafael, en la línea que marca la tradición en mi familia. Y hay un Miguel. Pero aunque la gracia estaría en tener los Tres Arcángeles en los tres chicos, no es así.

           De hecho no solo me afecta el cambio de nombre, que no es Gabriel, sino otro. (Me he quedado fuera). También me marca la posición en el orden familiar, pues antes he hablado de simetría. Y sigo, porque no solo los tres chicos estamos en medio, yo soy el de en medio de los hermanos. 

          Ahí en medio, como molestando, igual que el jueves. Ni el mayor, ni el menor, ni para las chicas ni para los chicos: EN MEDIO.

          Esto me deja fuera por nombre, pero también por espacio. Porque en mi casa, cuando niños, de la limpieza se encargaban las mujeres. Estoy hablando de hace muchos años. Y los hombres se encargaban del mantenimiento de la casa y del campo donde vivíamos...

          Así que yo no podía limpiar porque yo no era chica, pero trabajar en la casa... pasaba lo siguiente; las tareas pesadas las hacía el mayor. Las tareas ligeras, como subirse a árboles, de eso se encargaba el pequeño.

El parto

           Y no debería porqué pasar nada por ello. Pero resulta que mi parto se dio en determinadas circunstancias. Me gustaría saber si fue determinante o influyó en mi esquizofrenia.

           Mi nacimiento fue sietemesino; con el agravante de salir arrastrando un pólipo que salió junto a mí, de dentro de mi madre. Ya no hubo que entrar a sacarlo. Que digo yo que algo de esto tiene que ver con la esquizofrenia, porque yo toda la vida no he estado bien.

          El caso es que yo, en mi infancia y en general toda mi vida, me he sentido con miedo, me he sentido vulnerable, y me sentí incapaz de hacer y moverme en relación con los demás niños de mi edad en igualdad de condiciones.

          Si hace cuarenta años hubiera habido estimulación precoz en los niños prematuros... tal vez yo hubiese tenido una historia diferente; me hubiese gustado no sentirme tan frágil, arrastrando esta inmadurez que viene de un parto prematuro. 

          Vosotros diréis que sigo siendo inmaduro. Tal vez... pero hoy en día hay mucha diferencia de lo que era y lo que soy, de lo cual doy gracias.

Los padres


           Así que la situación es esa. Que yo en mi familia no tenía mucho que hacer. Es decir, no sabía muy bien qué hacer conmigo mismo... ¿Lo agravaron los factores ambientales, el entorno, no solo de mis hermanos sino de mis padres? 

           Pues mi madre tampoco me dejaba hacer nada, todo lo hacía ella, siempre se ha echado las cosas a la espalda y ha sacado a la familia numerosa adelante, en toda circunstancia. Es una mujer muy fuerte.

          Y mi padre por su parte juega su papel. Puesto que pocas veces he podido compartir el trabajo manual con él. Nunca hemos trabajado codo con codo. No solamente porque estaban mis hermanos. Sino porque mi padre no sabía pedir lo que necesitaba. Cuando tenía una necesidad se buscaba la vida fuera de la familia, y luego se pavonea de sus logros. 

          “Que lo da todo”, en realidad la mayoría de padres habrían dado lo mismo, sin presumir tanto. Pero es que dentro de la familia no ha expresado nunca. Sí que nos ha necesitado. Pero se le dificulta... expresar sus necesidades. 

          Miraba cómo trabajaba él, y yo no podía hacer sino eso, mirar. No me hacía partícipe, y yo me sentía inútil. Tan desprotegido como siempre. Mi padre no me hizo partícipe por mucho que me quisiera, o me protegiera.

          Al hacerse mayor, la vida es sabia. Sabia a la fuerza. Encuentra sus momentos de necesidad, y por fin pide. Pide, como necesitó pedir el amor de su madre, de su padre. De una familia que le dio la desconfianza en unos orígenes, en mis ancestros, que le han hecho tan distante... y a la vez tan cálido.

          Mi padre me recuerda que Dios hiere. Dios hace sufrir. Pero la herida que hace Dios, es una herida para abrir el corazón... 

          Recuerda todavía la historia de los graves problemas que le provocaron el cáncer. ¿Referido al terreno laboral?, podría preguntarme...

          Mi madre. La madre tan fuerte, como tantas madres, sufriente.  No daba cuidados amorosos, se carga, se carga, se carga. No, mi madre es fuerte, pero no ha  sido amorosa. 

          Es incondicional como lo puede ser el amor de una madre; aunque llevado por el lado del trabajo, de hacer sus tareas diarias. De sufrir por los demás. Haciendo el papel asignado, sin estar un momento consigo misma. Para sentirse. 

          Sentirse. Algo que deberíamos hacer todos. Mucho más las madres. Pues de su contacto proviene el alimento y nutriente. 

          Con tanto que la he necesitado en su faceta más amorosa; ha sido una mujer que no ha sabido jugar ese papel. Tan solo la he llegado a conocer en ese sentido a la vejez; cuando ya no puede trabajar, cuando ya por fuerza... ha de estar consigo misma. Ahora tal vez.

¿Qué habría pasado?


           De esta forma me pregunto... ¿Qué habría pasado si yo no hubiese nacido sietemesino? ¿Qué habría pasado si hace cuarenta años hubiese habido estimulación precoz? ¿Qué habría pasado si mis padres hubiesen hablado más entre ellos y con sus hijos?

          Mis padres tuvieron la genial idea de llevar a sus cinco hijos, cada uno a un colegio distinto. ¿Qué habría pasado si hubiese tenido un hermano al lado en el colegio? ¿No habría tenido las continuas depresiones que tuve? ¡Hace treinta años no existían las depresiones! ¿Qué habría pasado si aquel profesor, que sabía que yo no estaba bien, hubiese hecho algo?

          Finalmente, ¿qué habría pasado si yo no me llamase Fernando, sino que me llamase Gabriel? Es muy simple y claro: Yo ya no sería yo.

           Después de todo que yo sea yo, tiene mucho sentido para mí. Ahora pido salud al Arcángel Rafael, Fe al Arcángel Miguel y Pureza al Arcángel Gabriel. Gracias Dios por haberme escuchado...