jueves, 1 de enero de 2004

El Fantasma de Navidades Pasadas I. Introducción.









             Hablar de la locura no es una tarea sencilla.

             En las tres partes de las Navidades Pasadas quiero reflejar el desarrollo de mi primer brote psicótico documentado. Episodio esquizofreniforme lo llamaron los psiquiatras. Cualquier nombre hubiese servido. Me rompí todo lo que pude romperme. Pero eso los psiquiatras no lo saben. Tan sólo podían hacer una vez roto, un seguimiento de mi recuperación, que se ajustaría a una etiqueta que algo querría decir, pero que no tenía ningún sentido. 

             El brote fue rápido, cruelmente doloroso. Y lo bueno que puedo decir ...es que fue rápido.

          Este primer brote "declarado", fueron unos años muy extraños, no fue lo primero que me sucedía. Tan solo era lo primero registrado, aparte de una depresión con la que empecé mi periplo. Claudio Naranjo tuvo mucho que ver con que yo no me enfermase de una gravedad mayor con anterioridad. 

          Dolió. El ser humano es capaz de sentir niveles de dolor "insoportables", y de romperse. Tal vez de recuperarse. Pero a día de hoy yo no hablaría de una recuperación. No todavía. No creo que vuelva a Kansas, al hogar. Escribir estos textos tienen un fin terapéutico pues sirven para juntar los pedazos, y mostrarlos. 

    Pero el núcleo psicótico, está en algún lugar recóndito. Tal vez esté a la vista, o tal vez esté... ¡dónde haya de estar! Pero solamente el trabajo de elaboración de contenidos, tal vez tan solo el trabajo. Sirvan.

          En esta introducción me limito a hacer unas consideraciones generales. No explico nada acerca del brote psicótico. Pero tal vez sea necesario hablar de como me encontraba después de pasar por la "ayuda" de Claudio con la catatonia. 

           Puede que esta introducción sean tan solo divagaciones, pero siento que he de divagar un poco y no limitarme a la descripción que trato de dar en las dos partes siguientes. Aquí queda:


          Tal vez sea por la catatonia que tuve. Puede que Claudio me quitase la catatonia, definiendo la catatonia como ese estado mental de separación. Y el puro odio que conllevaba. No he vuelto a tener ese estado mental nunca más.

          Así que Claudio me quitó la catatonia, aunque no borrase los veinte años que me llevaron a ella. Al mismo tiempo me obsequió con un estado de bienestar difícil de explicar. Lo mejor que se me ocurre decir es que se caracterizaba por la ausencia de problema alguno. 


          También por el desapego, no como se entiende normalmente, sino nacido de la experiencia directa de estar en equilibrio. Ese bienestar y desapego se definen muy bien por la frase "Los zapatos cómodos no aprietan". Esa era la sensación, una normalidad que era tan fácil y ordinaria que no surgía el hacerse ninguna pregunta de dónde provenía. 

          De hecho, aunque el "tratamiento" que me proporcionó Claudio podía resultar insólito, ni siquiera se me ocurría pensar en lo que sucedió. Mi despreocupación era general.

          Durante todo el curso que acudí a la universidad me limité a pasear la libreta y tomar algún apunte. La depresión tan fuerte, que culminó en la catatonia, había borrado todo rastro de intereses que pudiera tener. Cosas que antes me importaban como objetivos de algún tipo, sobre todo de formación o con vistas a una profesión, habían desaparecido.

          Me encontraba en tierra de nadie, y mi vida la vivía sin plantearme demasiadas cosas. Meditaba a diario, asistía a terapia regularmente, empecé a ir a terapia de grupo, y me enamoré.

          Lo cierto es que yo no sé si eran mis hormonas o es que ella era muy guapa. Tenía el pelo negro, muy largo y muy liso. Ya en este blog he escrito sobre ese cabello, que durante años me causó tantos problemas. Tenía que ver con un recuerdo del cabello de mi madre.

          En cualquier caso aunque la mujer me parecía estar tremendamente buena, en aquel entonces, no pasamos de un nivel puramente platónico. Aunque sí le dije que me gustaba. Por lo menos se lo dije. Por lo menos eso. Yo venía de estar totalmente destrozado por la depresión, y después en un breve lapso de tiempo me encontré con un estado de bienestar.

          Paseando sin ningún objetivo ni referencia sobre posibles ambiciones pasadas. Así que no era muy creíble que sucediese nada con ninguna mujer. En esos tiempos me sucedieron dos o tres episodios de tipo energético muy llamativos. Pero ya en mi situación... yo ya no me planteaba nada.

          El episodio de catatonia supuso un corte radical con el pasado. A nivel energético. De hecho cerró mi chakra del plexo totalmente, por decirlo así. Fue un corte con un antes y un después muy definido. Ahora yo me enfermaría, esta vez de forma oficial y documentada por algún psiquiatra. Y curiosamente, una vez enfermo, yo no podía pensar en otra cosa que en Claudio Naranjo.En aquella ocasión en que me ayudó con la catatonia. Pero Claudio ya no estaría allí..

             Claudio me ayudó a superar un estado mental de catatonia. Pero no podía recorrer el camino con mis pies. No podía hacer el trabajo que debía hacer yo, por mí mismo. Perdido, sin referencias, sin un trabajo sólido, que afirmase mi núcleo o lo afianzase en un espacio normalizado, me presenté en un pueblecito de la costa de Alicante. Para hacer algo para lo que no podía estar preparado, aquel fin de semana intensivo de meditación. Pienso que fue necesario romperme. Tal vez lo explique en otro lugar.

          Superar un estado mental, la catatonia, la separación, no supuso trabajo alguno por mí parte. Así que lo que me llevó a la catatonia estaba allí, todavía. Esperando a ser resuelto. Ahora forma parte de mí, parte integrante de mi vida.


          Ya no hay una normalidad interna como la puedo recordar años antes de enfermar. Ahora hay otra cosa. Me rompí. De eso va este escrito. De mi brote psicótico. Los psiquiatras lo llamaron trastorno esquizofreniforme. 

          No tenían ni idea. Me rompí todo lo que era humanamente posible romperme. Lo único que podían hacer los psiquiatras era saber que yo había asistido a un fin de semana intensivo de meditación,  ...y que al volver, tras tener fuertes dificultades para mantener mi ciclo de sueño, había empezado a comportarme con manierismos, pararespuestas, a hacer rituales;

          ...que no tenían más fin que recuperar la cordura perdida.

          No presentaba ningún síntoma agresivo ni nada. Supongo que ese día en que a mis padres les vino todo el embolado, yo me comporté de modo dócil, dentro de lo extraño. Allí estaba mi hermano Rafa. Él fue la única persona que percibí como sólida y real. Él estaba. 

          Miguel en mis pocos brotes oficiales, siempre ha puesto tierra por medio; se ha ido y se ha negado a comprender. En esos años Miguel fue incapaz de comprender (pocas personas podrían comprender). Pero tampoco aceptó. Supongo que mi tarea con Miguel está en perdonar que huyese. Recuerdo el portazo.

          Aunque he de decir que aparte de genio, Miguel tiene corazón.

          Yo envidio a Miguel. Toda la vida le he tenido celos. Creo que por razones familiares expresar los celos en mi familia, no ha sido permitido. Pero después de todo yo soy mayor que él, y Miguel ha sabido conseguir, y trabajar por, todo lo que quería.

          No sé si puedo contar con mis hermanos; seguramente sí. Ya me lo han demostrado antes. Sin embargo, la sombra de la soledad se cierne en mi alma. La catatonia es una tendencia; tal vez más que una tendencia. Un camino directo a la soledad y al aislamiento. Si no se remedia...

          Mi padre. Él se crió sin familia. Eso pesa. No le he oido hablar de sentimientos hacia su familia, nunca. No hacia sus padres. No de un modo cercano.

          Desde un punto de vista que creo que se llama sistémico, he de hablar de la influencia de mis padres. Creo que la tensión palpable que se vivía en la familia de mi padre, los celos soterrados o abiertos, la falta de aceptación... son parte del Legado transmitido de una generación a otra. Un núcleo común familiar a trabajar. Mi abuelo paterno jugó un papel muy claro en mi desarrollo, que con mi predisposición congénita...

          Tal vez yo viva bajo el ominoso peso del pasado. El Fantasma de Navidades Pasadas. Las Navidades Pasadas son de una soledad, ...en medio de la familia. Es muy extraño. Cómo mi fragilidad me ha  limitado el poder sentir, compartir, dar... el Espíritu de la Navidad. Cuando niño me sentía inseguro, sólo. Ya no importa. Pero queda la tendencia. (A la soledad).

          Pequeña nota al margen:

          He elegido deliberadamente el Cuento de Navidad como título del escrito. Puesto que en el cuento se puede ver el trabajo para ganarse el derecho a ser feliz. Nunca conseguido, frustrado por el miedo, y la avaricia de dar lo propio.

          Que por contra, en periodo Navideño, tal vez sea suficiente dar lo que se tiene. En Navidad se dan cosas, pero La Navidad Real es darse uno mismo. No se puede cambiar la inmediatez de la felicidad por unos derechos futuros, de unas monedas. O de "en un futuro yo tendré un valor, ahora todavía no".

          En el periplo por incontables Navidades Pasadas he acumulado un gran número de cadenas, eslabón a eslabón. En mi interior se encuentra escondida, solapada, una gran tensión.

          Los fines de semana caigo redondo, ...inevitablemente. 

          Bajo el peso del Fantasma de Navidades Pasadas, 

          ...todavía, todos estos años después. 

          Imploro el olvido...