La vía de la ancianidad. Mirar por la ventana.


  
  HAY VENTANAS PARA MIRAR AFUERA Y LAS HAY PARA MIRAR ADENTRO.
    Esta simple frase es una guía que justamente es lo que me lleva a escribir.

   Siempre cada ventana aunque parezca que sea para mirar hacia afuera, sin embargo sirve para mirar adentro. Ya dicen los filósofos que lo que hay que hacer es simplemente sentarse en una silla en la soledad de la habitación y limitarse a esperar, o simplemente limitarse a escuchar.

   Tan solo quizá limitarse a estar, en silencio, callado, tan solo con uno mismo. Y de ahí surgen todas las fuentes reconocibles de lo que es el pensamiento. Ventanas para mirar adentro.

   Si quieres conocer el mundo párate quieto y observa lo que te rodea, no necesitas más. Tan solo conocer tu entorno inmediato te dirá qué puedes esperar de los hombres. ¿qué puedes esperar de tus semejantes? El simple hecho de pararte y mirar un corto rato a todos los que te rodean te dirá la verdad de lo que las personas somos capaces de hacer. Ventanas para mirar afuera.

    Supongo, porque no lo sé... nunca me paré a observar, que los hombres somos capaces de las mayores maldades y las mayores bondades. Sin embargo me inclino a pensar en el resultado final de tan terrible lucha; sí, esa lucha que cada uno libra consigo mismo, llegará a buen término. Pues de la experiencia se aprende. La experiencia es elección, memoria. La acción de abrir o cerrar los postigos.

    Pero la experiencia también atrofia, y en la madurez de hombre adulto se cree tener la mayor sabiduría; una sabiduría que hace que el adulto llame locos a los niños que juegan libres, por el mero hecho de que lo son. No damos importancia a las palabras que decimos. Cuando lo que decimos influye a nuestros hijos, porque lo que decimos nos define a nosotros. Cuestión de elección. Mirar adentro.

    Pero la sabiduría difícilmente se alcanza en la edad adulta, sino más bien en la vejez. Cuando se acepta que no tenemos poder sobre el destino, dejamos nuestras aspiraciones a  un lado y el ego se aparta para dejarnos vivir más cercanos a lo que somos; de nuevo niños. Recuerdos de otros tiempos. Y un nuevo mirar afuera.

    Por algo se dice que los ancianos se convierten de nuevo en niños, y así recuperan la sabiduría de una juventud infante que les ilumina en los últimos días de su vida, cuando el peso del ego es el mayor enemigo y el mayor peso que se pueda soportar. 

   Los niños porque no lo han adquirido todavía, y los ancianos porque sueltan el lastre para prepararse a ir a un sitio en donde el ego no tiene cabida. Sino es por la inteligencia amorosa y la voluntad de hacer lo que se tiene que hacer, que es amar sin condiciones.

    Quizá todos los viejos no se desprendan por igual del lastre del ego, pero es indudable que muchos de ellos se ven abocados a una vida de dependencia de los hijos, ya adultos, que han de cuidarles en sus últimos días. Tal vez encuentran la paz en la comprensión y aceptación de lo que es tal como es.

   Ya cerrada la ventana de los "sueños" de juventud que nos hace avanzar en pos de ideales que se alejan, conforme andamos. Tal como hacen las utopías cuando las seguimos, con el único resultado de hacernos andar el camino.

   En pos de una ventana en la que adivinamos lo que veremos "cuando alcancemos la utopía".  La utopía no se alcanza, se sigue. Ventanas por las que miraremos tal vez en otra vida.

   Qué bello debe ser llegar a viejo y seguir utopías. Aun a sabiendas que no se alcanzan jamás. ¿Podemos empezar ahora? Esa ventana es abierta por pocos.

   Ya de sus más altos logros de juventud. Así, tal vez a regañadientes, se redescubre la verdad de la vida. Que dependemos de los demás y que no somos nadie por nosotros mismos. Evidenciamos ventanas a cosas triviales, que dan sentido a nuestra vida.

    Que antes o después la vida nos pone en lugar de aprender el agradecimiento hacia los que nos rodean, y que el que no lo aprende volverá de alguna manera a vivir en la necesidad, para remembrar una infancia con la que la vida nos marcó por la ley del karma. Tendemos a re-crear el ambiente que vivimos de niños.

   Una marca de nacimiento que nos hace tener ya desde la infancia determinadas actitudes que determinarán en gran medida los sucesos venideros; y que en la ancianidad recobraremos como lección de lo que vinimos a aprender o a recordar en esta vida. 

   Siempre el cambio. O mirar adentro, o mirar afuera. Ventanas. Eliges vivir en relación con los demás, o de desligarte. Donde miras, a través de la ventana de tu atención, eso eliges. Eso se convierte en tu experiencia. Creces o disminuyes, te abres o te cierras. Ventanas por las que te asomas para ver el verdor del árbol, frente a tu casa.